IoT es, por naturaleza, un sistema interconectado y globalizado, basado en módulos celulares integrados, redes móviles internacionales y plataformas en la nube que requieren una infraestructura de telecomunicaciones fluida y cooperativa. Sin embargo, el entorno geopolítico actual —marcado por la nueva guerra comercial impulsada por la administración Trump y sus aranceles estratégicos— está tensionando los pilares que han sostenido esa conectividad global. A medida que se intensifica el desacoplamiento tecnológico, surgen barreras en infraestructuras, roaming y gobernanza de datos que podrían fragmentar el ecosistema IoT a escala internacional.
Infraestructura vetada y el efecto dominó sobre redes IoT
Uno de los focos de presión más visibles ha sido la exclusión de proveedores chinos como Huawei y ZTE de las redes 5G y NB-IoT en EE.UU. y otros países aliados. Aunque esta medida no forma parte directamente del paquete arancelario, se enmarca en una estrategia comercial más amplia que busca reducir la dependencia tecnológica de actores considerados estratégicos por gobiernos adversarios.
El impacto ha sido tangible: numerosos operadores móviles se han visto obligados a reemplazar equipamiento ya desplegado, asumir costes adicionales y reorganizar planes de expansión, afectando directamente a las redes específicas para IoT, como NB-IoT o LTE-M. Esto ha retrasado despliegues y ha fragmentado el ecosistema de conectividad, complicando la interoperabilidad de redes que antes trabajaban bajo estándares comunes.
Roaming internacional y excepciones regulatorias: una conectividad en tensión
Aunque los aranceles no se aplican directamente a los servicios de telecomunicaciones, sus efectos colaterales han repercutido en áreas críticas como el roaming internacional. La legislación estadounidense Section 889 del NDAA 2019, que prohíbe el uso de equipos de Huawei por parte de agencias federales, incluye una excepción importante: permite mantener interconexiones técnicas esenciales, como backhaul y roaming internacional, entre redes que puedan contener tecnología vetada.
Esto significa que, incluso en un contexto de alta desconfianza, los operadores aún pueden garantizar que un dispositivo IoT estadounidense funcione en redes extranjeras cuando viaja o se despliega en otro país. Sin embargo, esa conectividad ya no es automática ni garantizada: los acuerdos de roaming, el aprovisionamiento de eSIM globales y la configuración multioperador se han vuelto más complejos y costosos.
Soberanía de datos: el otro frente geopolítico del IoT
Además de la infraestructura física, el flujo de datos generados por los dispositivos IoT ha entrado de lleno en la arena geopolítica. Países de todo el mundo están adoptando leyes de soberanía digital que restringen dónde se almacenan y procesan los datos, y bajo qué marcos legales pueden circular.
En este sentido, el desacoplamiento no solo es de hardware, sino también de información. El GDPR europeo, la Ley de Ciberseguridad China, el Cloud Act estadounidense y normativas locales emergentes en India o América Latina están configurando un mosaico de jurisdicciones que obligan a fabricantes e integradores de IoT a adaptar su infraestructura cloud y su arquitectura de datos para cumplir con requisitos específicos de cada país o región.
Esto tiene implicaciones técnicas muy concretas:
- ¿Dónde se puede ubicar el servidor que recibe datos de sensores industriales en tránsito?
- ¿Se permite que un gateway IoT conectado en Brasil envíe datos a un centro de datos en EE.UU.?
- ¿Cómo debe encriptarse un flujo de datos si atraviesa una red bajo jurisdicción restringida?
Las respuestas a estas preguntas ya no dependen solo de la ingeniería, sino también del análisis normativo. Las empresas de IoT necesitan infraestructura distribuida, mecanismos de segmentación de datos, y acuerdos legales robustos para operar en múltiples regiones. Todo esto complica el modelo operativo y añade una capa más de coste e incertidumbre a los despliegues globales.
¿Hacia un mundo fragmentado por bloques de conectividad y jurisdicción?
La combinación de restricciones tecnológicas, tensiones diplomáticas y normas divergentes de protección de datos está perfilando un escenario de conectividad IoT en bloques. En el extremo, se vislumbra un futuro donde China consolida un ecosistema cerrado, basado en redes, satélites, protocolos y plataformas cloud propios; mientras tanto, los países occidentales tienden a imponer estándares de ciberseguridad y cumplimiento normativo alineados con alianzas estratégicas como las de EE.UU., la Unión Europea o Japón. En paralelo, regiones intermedias como India, Mercosur o África adoptan enfoques híbridos, combinando soluciones tecnológicas de ambos bloques y operando bajo presiones regulatorias cruzadas.
Además, algunos gobiernos ya han empezado a exigir que los dispositivos IoT extranjeros pasen inspecciones técnicas antes de conectarse a redes nacionales o que sus datos estén disponibles en centros de datos locales.
Resiliencia técnica ante la fragmentación: el papel de los operadores y proveedores IoT
Frente a este escenario, operadores móviles globales y proveedores de plataformas IoT están rediseñando su oferta para proporcionar soluciones resilientes y adaptadas a cada entorno regulatorio. Entre las medidas más adoptadas:
- eSIMs remotas con capacidad de conmutación regulada según país.
- Plataformas de conectividad multi-IMSI que permiten activar redes distintas por región.
- Soluciones edge computing, que procesan datos localmente antes de transferirlos, para cumplir normas de localización.
- Clouds soberanas o infraestructura híbrida segmentada por jurisdicción.
Estas soluciones permiten mantener operaciones internacionales a pesar de las restricciones, pero requieren inversión, rediseño de arquitectura y colaboración estrecha con partners legales y regulatorios.
El IoT entre la conectividad técnica y las fronteras políticas
En resumen, la guerra comercial de aranceles y restricciones liderada por Trump ha desatado una reconfiguración profunda en la conectividad global del IoT. Más allá del encarecimiento de componentes o la presión sobre la cadena de suministro, los efectos más duraderos podrían residir en la fragmentación de redes, estándares y flujos de datos a nivel mundial.
El nuevo entorno exige a las empresas del sector IoT una visión geoestratégica de la conectividad: ya no se trata solo de eficiencia técnica o cobertura de red, sino de cumplir con un entramado cada vez más complejo de normas y restricciones internacionales. En este equilibrio inestable entre interoperabilidad y soberanía, se jugará buena parte del futuro del IoT global.
Este contenido forma parte de una serie de artículos dedicados a analizar el impacto de la actual guerra comercial de aranceles en distintas dimensiones del mercado IoT. A continuación puedes acceder a todos los artículos publicados hasta ahora:
Impacto de la nueva guerra de aranceles en el mercado IoT:
- ...Importaciones de chips y componentes clave (parte 1)
- ...Nuevas alianzas tecnológicas en el mercado (parte 2)
- ...Acuerdos de roaming, conectividad global y la soberanía de datos (parte 3)
- ...Aranceles en las ventas globales de dispositivos IoT (parte 4)
- ...Impacto en consumidores finales, startups del sector y fabricantes (parte 5)
(Magdalena Franconetti - Generación IoT)
Impacto de la nueva guerra de aranceles en el mercado IoT: Acuerdos de roaming, conectividad global y soberanía de datos (parte 3)
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